Si hay
un fotógrafo que ha sido capaz de captar la esencia de la vida que le rodeaba,
ese es Robert Doisneau. Es cierto que París, donde vivió y trabajó la mayor
parte de su vida, es una ciudad tan especial que es difícil no encontrar
momentos, escenas o curiosidades que llamen la atención a cada paso. Sin
embargo ver esas cosas no es tarea fácil. Muchas veces la foto está ahí, pero
no para todo el mundo. No basta con llevar una cámara encima, porque el
instante clave suele aparecer de manera tan sutil que hace falta tener la
sensibilidad y la intuición necesarias para olvidarse de las prisas, pararse,
esperar, hacer click y tener la suerte de que el resultado sea capaz de
transmitir lo que se vio y sintió en ese momento. Doisneau hacía todo eso de
manera natural, era un observador nato. Sus fotos eran una forma de compartir
con los demás su visión de las cosas que se iba encontrando a diario, y en
definitiva, un registro de sus propias vivencias.
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Los
pies que pasan, c. 1960
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Robert
Doisneau nace en Gentilly (Val-de-Marne), Francia. Durante cuatro años estudia
en la escuela Estienne y a los 18 obtiene un diploma de grabador litógrafo. Dos
años después es cámara del fotógrafo, cineasta y artista André Vigneau. Al poco
tiempo vende su primer reportaje al diario L’Excelsior.
En 1934 conoce al que será el único amor de su vida, Pierrette Chaumaison, una
joven que pasea en bicicleta cerca del pueblo en el que Doisneau pasa sus
vacaciones. Después de casarse encuentra trabajo como fotógrafo industrial en
la fábrica Renault de Billancourt. Le despiden por retrasos reiterados, así que
se convierte en fotógrafo ilustrador independiente. Después de la II Guerra Mundial, en la que participó como soldado en la Resistencia Francesa, es contratado por la agencia ADEP y trabaja junto con Henri Cartier-Bresson y Robert Capa, reflejando la alegría y la jovialidad de París tras la desgracia. Después
de colaborar con Pierre Betz, editor de la revista Le Point, realiza reportajes para el semanario Action y, a pesar de recibir una invitación de Cartier-Bresson para
unirse a Magnum Photos, firma un contrato de colaboración con la agencia Rapho que se extenderá durante casi
cincuenta años. 1947 será un año especialmente gratificante, puesto que nace su
segunda hija, Francine, conoce a quienes serían sus mejores amigos, los poetas
Jaques Prévert y Robert Giraud, y además gana el Premio Kodak. La revista Vogue
se fija en él y le contrata por dos años. A partir de entonces su fama es mundial.
Gana el Premio Nièpce en 1956 y realiza numerosas exposiciones en ciudades como
Chicago, París, Tokio, Nueva York o Pekín, alguna junto con otros fotógrafos de
primer nivel, como la del MOMA en 1951, con Brassaï, Ronis e Izis. Le otorgan
el Gran Premio Nacional de Fotografía en 1983. Robert Doisneau tuvo el
privilegio de acudir en vida a muchas exposiciones-homenaje y retrospectivas de
su obra, que hoy en día continúan sucediéndose en salas y museos de todo al
mundo.
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Autorretrato
con Rolleiflex, 1947 |
A
continuación, un carrete con una selección de sus fotografías tomadas en París,
algunas de ellas precedidas por anécdotas y comentarios del propio Doisneau.
«Recuerdo el París de las gorras y los sombreros de
hongo, el París rebelde, el París humillado, el París beato y burgués, el París
de las putas, pero también el París secreto y el París de las barricadas, el
París ebrio de alegría; y ahora veo el París de los coches, el París de los
chanchullos, el París del jogging…»
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Gárgolas de Notre-Dame, abril de 1969 |
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Place
du Carrusel, 1971 |
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La columna Morris, 1946 |
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La
escalera, 1952 |
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Las
riberas del Sena, 1954 |
• • •
«En los parques, al atardecer,
las sillas vacías, todavía tibias, agrupadas de dos en dos, en racimos, o
solitarias, nos dejan imaginar quién las ocupó.
Es muy difícil acertar. Se
imponía un estudio sobre esta importante cuestión, la relación de nuestros
contemporáneos con las sillas de los parques, y eso sólo ha sido posible con la
ayuda de la fotografía.»
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Jardin
des Tuileries, 1951 |
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Jardin
du Luxembourg, 1951 |
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Parc
Monceau, 1953 |
• • •
«Aquella mañana tenía cita con
un areópago de creadores publicitarios que preparaban una campaña para el
lanzamiento de palanganas de poliestireno o tal vez de poliéster.
Como es natural, llevaba
retraso: el camión de la empresa Gougeon, Transporte de obras de arte,
ralentizó mi travesía de la Tuileries.
La aparición de las estatuas de
Maillol hizo que olvidara los problemas de las palanganas. Fue más o menos a partir de
aquel momento cuando perdí el contacto con la agencia de publicidad.»
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Colocación de las estatuas de Maillol en el Jardin des
Tuileries
por los empleados de la empresa Gougeon, 29 de junio de 1964
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• • •
«La gente no hablaba, sino que cantaban juntos. En las
esquinas había grupos con un acordeón, un violín, una batería y una cantante.
El director de orquesta vendía al público unos cancioneros con la letra y la
gente cantaba el estribillo. Incluso en el metro podía suceder que alguien
cantase y que diez personas del vagón lo acompañaran tarareando.»
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Los
cancioneros, 1951 |
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Place
du Marché Saint-Honoré, 1945 |
• • •
«Un paseo errático, sin horario
ni destino preciso. Hay días en que todo funciona de maravilla. Las imágenes
surgen por todas partes. El espectáculo es permanente.»
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La niña y el agente, rue de Rivoli, 1945
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En la orilla, 1951 |
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El
perro del estanco, distrito XIV, 1953 |
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La
cabina telefónica, boulevard Raspail, 1958 |
• • •
«A estos dos jóvenes les importaba un comino que el
Hôtel de Ville de París, incendiado en 1871, hubiera sido reconstruido por
Ballu y Deperthes en 1874.»
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El
beso del Hôtel de Ville, 1950 |
• • •
«En el café, las mujeres solas
fingen esperar a alguien, queda más correcto; pero Rita, instalada en un
pequeño bistró de la Montagne-Sainte-Geneviève, no se tomaba esas molestias.
Esnifaba rapé, bebía, fumaba con todo el tiempo por delante. Ya no era muy
joven, no tenía prisa. »
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Madame
Rita en la rue de la Montagne-Sainte-Geneviève, 1954 |
• • •
«Resulta que, después de una madrugada dambulando, me gustaba descansar en el bar de los BOF. Veía la fuente de Les Innocents reflejándose en mi vaso de vino de Bourgueil. El vino sabía todavía mejor acompañado de una rodaja de Frontine afinada con Marc de Borgoña gracias al buen hacer de Jean Settour, el dueño. Las palomas de la plaza picoteaban las migas de pan bajo la mesa. El bar se ha volatilizado, Jean Settour ha desaparecido.»
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Jean
Settour, bar BOF, 1966 |
• • •
«Hago un reportaje sobre Saint-Germain-des-Prés –las
cavas, la fauna y los artistas-, en fin todo lo que constituye la punta de
lanza de la civilización occidental. Este nuevo Montparnasse es muy importante
para mí, pues creo en el envejecimiento favorable de los archivos.»
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Juliette
Gréco y su daschund, 1947 |
• • •
«En un taller del Faubourg Saint-Antoine, Monsieur
Bayez, especialista en marquetería de los muebles Boulle, había traído de
África un colérico simio de poderosa dentadura.»
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Monsieur
Bayez y su mono, 1970 |
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Especialista
en marquetería en su ventana, 1945 |
• • •
«Por la mañana, cuando todo el
mundo duerme todavía, Maurice Duval trabaja. De los cubos de basura de la rue
des Beaux-Arts no sólo recoge sus medios de subsistencia sino también su
material de pintor… Por la tarde pinta a orillas del Sena. A veces un
estudiante se detiene, sorprendido. Más tarde, cuando se hace de noche, lava su
lienzo encerado en el agua. Al día siguiente estará seco y podrá utilizarlo
otra vez.»
(Robert Giraud)
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Duval
lava su lienzo, 1948 |
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Maurice
Duval, pintor trapero, rue Visconti nº 5, 1948 |
• • •
«Todo comenzó porque el lienzo
ya estaba cubierto por un paisaje en sentido vertical. El pintor giró el lienzo
y, por encima del paisaje, en sentido horizontal, esbozó un retrato.
A primera vista era
desconcertante: el cartero fue el primero en sorprenderse, en comprender y en
explicar. En
cuanto al modelo, al otro lado de la pasarela, nadie lo veía: ni el pintor ni
los demás.»
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El
pintor del Institut, 1950 |
• • •
«En el club Le Vieux-Colombier –boogie-woogie o
be-bop–, con la música de Claude Luter bailaban Claude Mocquery y James
Campbell.»
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Be-bop
en las cavas, 1951 |
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Roger
Vadim baila un slow en La Rose Rouge,
1947 |
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Preparando
plumas en la casa Ferier, 1954 |
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French
cancán en el Moulin Rouge, septiembre de 1955 |
• • •
«Cual mariposas nocturnas, los fotógrafos, atraídos
por la luz, captan imágenes en la plaza de la Concorde, alrededor de los
surtidores de las fuentes, para obtener imágenes de gran efecto, que impondrán
una noche a amigos lejanos.»
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Los
fotógrafos de la Concorde |
• • •
«Hoy en día ya no se sabe lo que
eran aquellos acontecimientos en los que se reunían el todo París, el todo
Londres o el todo Nueva York. Quien no había recibido invitación podía
considerarse el último don nadie.
Mi
fiel ayudante Maurice y yo, con nuestro esmoquin alquilado –reajustado gracias
a unos cuantos imperdibles– y cuatro macutos del ejército americano cargados de
lámparas de flash, representábamos a Vogue.»
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Baile
en el palacio Lambert, 1950 |
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Saint
Martin, creador de los manaquíes de alambre, 1945 |
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Croquis
de moda de Jean-Louis, 1947 |
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Coco
Chanel en el espejo, 1953 |
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Fachada
del edificio Dior, 1955 |
• • •
«La luz no se desplazaba en línea recta sobre estas
espléndidas mujeres. Aquellas sacerdotisas de la elegancia se habían rodeado de
una iluminación voluble; con una mano en la cadera o jugando con un collar,
desdeñosas y serias frente a sus grandes sombras ingrávidas.»
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Prueba
en Givenchy, septiembre de 1955 |
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Probador
de Lanvin, octubre de 1958
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Así
como el cineasta francés de la Nouvelle
Vague, Jean Luc-Godard, afirmaba que “la
fotografía es verdad, y el cine es una verdad 24 veces por segundo”, se
podría decir que las fotografías de Doisneau son verdades del París del siglo
XX con las que tuvo la fortuna de tropezarse y con una sensibilidad única las captó
de la mejor manera. Observando su trabajo uno se da cuenta de que en realidad
los momentos mágicos o especiales ocurren a cada minuto, pero a menudo pasan
desapercibidos. Los vemos, sí, pero quizá no somos conscientes, o nos olvidamos
rápido, precisamente por la constante información visual que se nos presenta a
cada momento. Si alguien me preguntara por la definición de fotografía diría
que es el arte de observar los instantes de la vida y ser capaces de atraparlos.
Y si tuviera que hacerlo con sólo dos palabras, sin duda contestaría que la
fotografía es Robert Doisneau.
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Pont
d’léna, 1945 |
«Hay días en que el simple hecho de ver se vive como
una auténtica felicidad; te sientes ligero, ligero; los polis detienen los
coches para dejarte pasar. Te sientes tan rico que te dan ganas de compartir
con los demás ese exceso de júbilo. Es domingo, tal como cantaba el lampista
del poema de Prévert. El recuerdo de esos momentos es lo más precioso que
poseo. Tal vez por su escasez.»
Información adicional sobre Robert Doisneau en facebook
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